4) Libera tu vida de todo lo que sea desamor, crítica destructiva, discordia, división... vive la verdad del amor y nunca pongas limite a tu entrega. La vocación de educador exige "alma de pobre" para reconocer en todos al hermano que necesita ser amado. Capacidad constante de perdón, búsqueda constante de justicia, verdad y paz.
5) Vive reconciliado. Busca la paz interior. Haz oración. Recuerda siempre que el Señor camina contigo. El es tu fuerza, el motivo de tu confianza. Detrás de cada problema, de cada diálogo, de cada dificultad propia o ajena, encontrarás, si te paras a mirar, el rostro atento de Jesús que te dice: "No temas, soy yo, estoy contigo". Sé exigente contigo mismo pero también debes aprender a perdonarte, aceptar tu cansancio y tus caídas. Es importante que vivas siempre reconciliado contigo mismo.Y vive la reconciliación con los demás. Crea comunión en tu entorno, que predomine en ti la disponibilidad cordial y acogedora, la comprensión y la alegría comunicativa y esperanzada. Que todos puedan encontrar en ti la mano amiga que hace más llevadero el camino de la vida. Que tus palabras sean siempre de aliento y de amistad. Renuncia a las palabras duras e hirientes. No juzgues, no midas, nunca dejes a nadie por imposible, nunca creas que conoces demasiado a las personas que Dios pone en tus manos. Confía en las personas, recuerda siempre que en todos hay un "rincón" de bondad escondido entre las apariencias... y si no lo descubres piensa que tus ojos no pueden ver con claridad a causa de los prejuicios o de las opiniones de los demás. Procura dirigir tu mirada a esta bondad que hay en el corazón de toda persona humana. Sólo, así, podrás vivir reconciliado.Vivir la reconciliación fraterna es condición necesaria para responder con fidelidad a tu vocación de educador. No podrás mirar a Dios si no puedes mirar con amor a tus hermanos. No podrás escuchar a Dios, si no los escuchas a ellos. No podrás vivir en comunión con Dios si no estás en comunión con todos
6) Ama la naturaleza. El sol, el aire, los árboles, la tierra... Son obras del Señor. Descubre su mano y su presencia en la creación. Vive reconciliado con la tierra y así encontrarás en ella un motivo para alabar al Creador en todas sus criaturas. El amor a la naturaleza te llevará a vivir en la sencillez y en la simplicidad de un espíritu abierto, amplio y acogedor. Ama también el expresivo silencio de la naturaleza, aprende su belleza y recrea en tu vida su serenidad para que puedas renovar constantemente tu diálogo con Dios y con los hermanos.
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