PALABRAS MÁGICAS PARA LA VIDA Y EL CORAZÓN
(Domingo XXIV durante el ano – 11 09 11) Mt 18, 21-35
“Por favor, perdón y gracias, tres palabras mágicas para la vida y el corazón”, es una verdad dicha de manera magistral por León Gieco en una de sus canciones.
Jesús, hoy, nos da la Buena Noticia de una de ellas: el perdón. Nos recuerda la Buena Noticia del Perdón.
El perdón anunciado por Jesús es Buena Noticia, porque da luz sobre nuestra experiencia humana de la culpa, de la ofensa, de la fragilidad, del fracaso, de las heridas…Por el perdón es posible la reconciliación a nivel personal, comunitario y con Dios.
Somos seres necesitados de Reconciliación y Perdón. Sólo por ellos llegamos a sanar nuestras heridas y crecer en la comunión, cumbre del amor.
El perdón es un don divino. Que necesita nuestra colaboración y disposición. Necesita fundamentalmente “cambiar el chip” de nuestra vinculación con nosotros mismos, con los hermanos, con Dios.
Nuestro “automático”, tiende a reaccionar a la ofensa con la ofensa, al agravio con la venganza. Reaccionamos desde la adversidad y desde la competencia. Cambiar nuestra lógica de reacción es asumir la lógica de Dios que siempre perdona (ese es el sentido de “hasta setenta veces siete”). Centrarse en la herida y la debilidad, capaz de generar la compasión.
“Perdonar no significa por mi parte un gesto de debilidad sino una manifestación de mi libertad y fortaleza. Sino perdono, el otro sigue ejerciendo poder sobre mí. El perdón me libera de ese poder extraño porque el otro ya no es un adversario sino un individuo herido y perturbado, incapaz de obrar de otra manera”, dice Anselm Grun.
El perdón es un don de Dios, unido al perdón a los hermanos y al perdón a uno mismo. El perdón empieza por casa.
Aquí solo, remarcamos, que el perdón comienza por casa. La aceptación del don del perdón parte de nuestra aceptación y comprensión del mismo cuando los experimentamos hacia nosotros mismos.
Anselm Grun, en su libro titulado “Si aceptas perdonarte, perdonarás”, dice:
“Cualquier persona sana aspira a vivir en paz consigo misma y con quienes la rodean, Sin embargo la experiencia nos muestra que nadie da lo que no tiene; quien no está pacificado difícilmente pueda transmitir paz y quien no se siente perdonado tampoco puede perdonar. Muchas veces nuestro peor enemigo está en nuestro interior. Por eso urge una propia reconciliación; reconciliación con nuestra historia, con nuestra familia, con el mal que nos ha ocasionado la sociedad o nuestro grupo, con nosotros mismos. Sólo así podremos perdonar”.
Para finalizar, unas preguntas para seguir meditando la realidad del perdón en nuestra vida:
¿Qué necesito perdonarme a mi mismo?
¿A quién / Qué necesito perdonar al prójimo?
¿Cómo estoy en relación al Sacramento de la Reconciliación?.
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Raúl Rega
- Comprometido en el sagrado arte de acompañar a los jóvenes -
"Por favor, perdón y gracias. Tres palabras mágicas para la vida y el corazón"
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