ADVIENTO:
tiempo de memoria, tiempo de celebración, tiempo de esperanza
(Subsidio para Catequistas o Guías de grupo)
*Ambientación:
Al inicio del Año Litúrgico, preparando la celebración de la Navidad, la comunidad cristiana es invitada a dedicar unas semanas a preparar, esperar y celebrar en nuestras vidas la venida del Señor. Profundizamos el anhelo de su venida abriendo el corazón y acogiéndolo con alegría y esperanza en nuestras vidas.
Esta venida del Señor no es ficción de una espera como si fuésemos hombres y mujeres del Antiguo Testamento que no habían visto aún al Mesías. Nosotros sí hemos conocido ya su venida en nuestra historia hace dos mil años en Belén. Esta venida histórica, que conmemoramos en la Navidad, deja en nosotros el anhelo y la esperanza de una venida más plena. Por esto decimos que el Adviento celebra una triple dimensión de un solo acontecimiento como es la venida del Señor:
*en primer lugar la venida histórica, cuando “se hizo carne” para hacer presente en el mundo la Buena Noticia del amor de Dios;
*en segundo lugar, la que se realiza ahora, cada día, a través de la Eucaristía y de los demás sacramentos, y a través de tantos y tantos signos de su presencia comenzando por el signo de los hermanos y de los hermanos pobres;
*finalmente, en tercer lugar, la gloriosa y definitiva venida, al final de los tiempos, cuando llegue a plenitud el Reino de Dios en la vida eterna.
-Una anécdota del P. Mamerto Menapace puede inspirarnos y sugerirnos cómo vivir este tiempo de espera que caracteriza el Adviento:
*Profundización:
“Se trata de una familia numerosa que pasa por una crítica situación económica. Un día el esposo le dijo a su mujer: - Mirá flaca, las cosas están mal y muy a pesar mío tendré que irme al extranjero para buscar algún trabajo que nos saque a flote. Tengo en vista una posibilidad de un trabajo importante pero esto va a suponer ausentarme por un tiempo y no puedo decirte ahora cuando será el regreso. Nos vamos a extrañar mucho, los chicos van a sufrir mi ausencia. Hemos vivido cosas muy lindas que nos han sostenido muy unidos. ¡Cómo me gustaría que en todo este tiempo en la espera de nuestro reencuentro no las olvidáramos! ¡Ojalá! Sea lo más pronto posible.
Al despedirse le dijo a su esposa: -Flaca, te encargo mucho a los chicos que tanto queremos.
El esposo partió. Al principio las noticias eran bastantes frecuentes, pero a medida que pasaba el tiempo y el trabajo se intensificaba, esas noticias se hacían cada vez más espaciadas. Y nunca faltaba alguna amiga que le decía: -Che, ¿hace mucho que no recibís noticias de tu marido?
-Y… sí, mirá, hace tiempo.
-¿Y esto te debe preocupar?
-No…, en fin, calculo que debe ser porque está bien y su trabajo no le deja tiempo.
Lo que al principio eran como pequeñas insinuaciones, después se fueron haciendo comentarios y no faltó alguna otra amiga que le dijera:
-¿Vos estás segura que tu esposo va a volver?
Mirá que hace mucho tiempo que no tenés noticias. No…yo te digo nomás.
Entonces, se empezó a ver una cosa muy especial. Por las noches, la luz del apartamento quedaba encendida hasta altas horas de la madrugada. Pero a la mañana, en lugar de parecer que esta mujer se la había pasado llorando, desconfiando, aparecía más luminosa, más dinámica, más contenta, con más vitalidad para seguir ocupándose de los chicos, de las cosas, de los intereses de su esposo ausente.
-Y algunos decían:
-Es tan orgullosa la pobre que no se anima a reconocer que también ella ya duda del regreso de su esposo. Por eso se queda hasta la noche y prefiere llorar en privado.
Pero lo cierto es que no parecía como que a la noche hubiera llorado, o hubiera desconfiado.
Un buen día, se dio finalmente el esperado regreso. La alegría fue indescriptible, Un abrazo interminable unió a la familia. La fidelidad en la espera no fue en vano.
Entonces el esposo le dijo: -Che, escuché comentarios que te quedabas hasta altas horas de la noche con la luz prendida, y que de ahí tomabas un poco de fuerza para esta espera que se hizo tan larga para ti y para mi, pero que al mismo tiempo te reanimaba en cada jornada.¿Qué hacías?
Entonces ella lo llevó a su cuarto, le abrió un cofre que tenía y le mostró todas las cartas, los telegramas, los versos que se habían escrito de novios. Ella había ido guardando todos esos papeles, la tarjeta de casamiento, las fotos.
Y ella le dijo:
-Mirá, yo en este largo tiempo de espera, por la noche, volvía a releer esos mensajes que me habías mandado en otros momentos de nuestra vida, y todos esos antiguos escritos sostuvieron mi espera. E incluso lo comentaba con los chicos, les mostraba las fotos, especialmente el día de tu cumpleaños. Y eso es lo que hizo posible que esta esperanza, sostenida por todo esto, leído en estos años, me hiciera tener la certeza de tu regreso, que hoy finalmente se ha dado”. Aquí termina la anécdota.
• ¿Qué nos hace pensar la situación de esta familia?
• ¿Qué es lo que la ha mantenido unida?
(dar lugar a un personalizado intercambio)
*A la luz de la Palabra:
Fíjense que eso es un poco lo que hace la Iglesia, lo que hacen nuestras comunidades, como la gran familia de Dios, en este tiempo que llamamos Adviento. Lee una y otra vez “la Carta” de la Palabra de Dios, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento; en la oración personal y comunitaria, en la contemplación de los acontecimientos, en las celebraciones de los sacramentos, en la relación fraterna, especialmente con quienes son los privilegiados en la atención del amor de Jesús: los pobres, para mantenerse y alimentar la certeza en la espera de la Venida del Señor. En la anécdota de Mamerto Menapace las cartas, las fotos, la celebración de acontecimientos familiares, los cuentos de la mamá a los chicos sobre su padre, mantenía y alimentaba en ellos la espera del retorno del esposo. A pesar de las muchas dificultades, los susurros de las amigas que intentaban aflojar la fidelidad en la espera, no lograron quebrar su esperanza.
En la lª Carta Pastoral del Obispo de Canelones, Mons. Alberto Sanguinetti, señala la importancia de la esperanza: “Los seres humanos y las comunidades son según su esperanza. Somos seres prospectivos, hacia delante. La esperanza es el dinamismo de nuestra existencia. Obramos y somos de acuerdo con lo que esperamos y según lo esperamos. Ahora bien, ¿da lo mismo esperar una cosa que otra? No. El valor esperanza lo da el bien verdadero que esperamos. Y, también, la esperanza es valedera si de alguna manera es alcanzable: de lo contrario es un escape, una ilusión. Por eso es importante, preguntarnos: ¿qué espero?, es decir, ¿qué deseo, con fuerza, y hacia qué tiendo?; ¿cuánto espero?, ¿de quién lo espero?, ¿con qué paciencia y esfuerzo espero?, ¿es correcto y digno lo que espero?, ¿es verdadero?, ¿es posible?” (Párr. 2, a).
El Adviento es un tiempo de hacer memoria de la primera venida del Emmanuel, el Señor con nosotros, de celebrar su presencia cotidiana hasta el fin del mundo, de rumiar y abrirnos a la esperanza cierta de la su Venida gloriosa.
Por esto señala Mons. Sanguinetti en la Carta Pastoral aludida “El Adviento es una invitación a renovarnos en la esperanza de que Cristo vendrá glorioso, en la resurrección de los muertos y la vida eterna, la vida del mundo futuro. Escuchando con la Iglesia la Palabra de Dios y suplicando con Ella, nos levantamos a la verdadera esperanza que nos purifica. Al mismo tiempo, a Cristo glorioso, a quien esperamos, lo recibimos en su primera venida humilde, pobre, sufriente, salvadora. Por eso miramos y contemplamos a Cristo, Hijo Eterno de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo, engendrado de María Virgen. La Navidad nos abre a la esperanza de que Cristo habite en nuestros corazones por la fe, hasta que lo poseamos y nos posea en la gloria” (Parr. 3).
En este tiempo la Palabra de Dios mostrada y anunciada por grandes y significativos personajes como el profeta Isaías, Juan el Bautista, San José y, sobre todo, María, nos iluminan sosteniéndonos en el anhelo y en la esperanza de que “el Señor que viene”.
*Hacernos cargo del Mensaje de la Palabra:
-ISAÍAS -2, 1-15: “Él (Señor) nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas”;
- 11, 1-10: “Sobre él reposará el espíritu del Señor…las naciones la (justicia) buscarán y la gloria será su morada”;
-36, 1-6ª. 10: “¡Sean fuertes, no teman: ahí está Dios…viene a salvarlos!”;
-7, 10-14: “La joven dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emmanuel”
. . .
-JUAN EL BAUTISTA, -Mt. 3, 1-12: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”… Yo los bautizo con agua para que se conviertan…”;
-Mt. 11,2-11: “¿Eres tu el que ha de venir o debemos esperar a otro?”. “Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven…”
. . .
-MARÍA, -Lc. 1, 26-38: “Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu palabra”;
-Mt. 1, 18-24: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel”…”Dios con nosotros”;
. . .
JOSÉ, esposo de María: -Mt. 1, 18-24: “María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto…” . “José, hijo de David, no temas recibir a María…lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo… a quien pondrás el nombre de Jesús, porque Él salvará a su pueblo de todos sus pecados…
Al despertar, José llevó a María a su casa”.
. . .
*Meditemos y oremos
La metodología de la Lectura Orante que es “capaz de abrirnos no sólo el tesoro de la Palabra de Dios sino también de crear el encuentro con Cristo, Palabra divina y viviente” puede guiarnos, valiéndonos de alguno de los textos propuestos y proclamados en las Celebraciones Eucarísticas dominicales.
Las conocidas preguntas-guías empleadas en el desarrollo de la Lectura Orante nos introducirán en el sentido de la “Carta” de la Palabra de Dios, de los gestos de Dios que germinan la salvación en nuestra vida cotidiana, de la apertura del corazón para acoger al Señor que viene:
• ¿Qué dice el texto bíblico en sí mismo?
• ¿Qué nos dice el texto bíblico a nosotros?
• ¿Qué decimos nosotros al Señor como respuesta a
su Palabra?
• ¿Qué le decimos al Señor?
• ¿Qué conversión de la mente, del corazón y de la vida
nos pide el Señor?
. . .
-Concédenos, Señor, permanecer alertas a la venida de tu Hijo, ¡Ven, Señor Jesús!
-Ven, Señor, y no tardes, ¡Ven, Señor Jesús!
-Despierta, Señor, nuestros corazones, ¡Ven, Señor Jesús!
-Que brille tu rostro y nos salve, ¡Ven, Señor Jesús!
-Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación, ¡Ven, Señor Jesús!
-Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos, ¡Ven, Señor Jesús!
-Tú, Señor, estás cerca, ¡Ven, Señor Jesús!
PADRE NUESTRO…
.Este Subsidio es una mera sugerencia que puede ayudarnos a preparar la celebración de la Navidad a través de un Retiro, o de una vigilia de oración, o simplemente elementos para una meditación. No quiere decir que se tomen todos los personajes o textos, sino lo que más ayude y favorezca la oración personal o grupal.
¡Ojalá que les preste este servicio! siendo para mí la ocasión de un fraterno saludo navideño lleno de las bendiciones del Señor y de esperanza para el nuevo año 2011.
Los recuerdo permanentemente en la oración.
+Orlando Romero
Obispo emérito de Canelones
Diciembre, Adviento del 2010
COORDINADORA PASTORAL - Colegio NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN. Maestro Rogelio Leites.
martes, 7 de diciembre de 2010
miércoles, 1 de septiembre de 2010
AGENDA PASTORAL - SETIEMBRE 2010.
Viernes 3, 19:30, en el colegio: reunión de padres de 5to con Padre Enrique.
Domingo 5, 11:00, en la parroquia: entrega de cruces a los alumnos que este año tomarán su primer Eucaristía.
Lunes 6, 13:00, en el colegio: Lanzamiento de "El Mes de la Biblia"
Lunes 13, 13:00, en el colegio. Lanzamiento de "Campaña de recaudación de Testimonios sobre la Visita de la Virgen"
Plan de Mejora 2010. En el marco de la selebración de los 90 años de nuestro Colegio, lanzamos una consulta abierta a todas las familias, los estudiantes y los funicionarios de la Institución. La intención es escuchar a todos en función de la realidad con la que vemos al Colegio. Muy pronto las encuestas llegarán a cada hogar.
Del 19 al 26 de setiembre, vacaciones de primavera.
En setiembre EXPOEDUCA... Todas las Instituciones Educativas de Salto presentes en Mercado 18 de Julio. Nosotros también.
A la brevedad más información...
domingo, 15 de agosto de 2010
Asunción de la Virgen
La Asunción de la Virgen María
Es un dogma de fe que María Santísima fue llevada al cielo en cuerpo y alma, Acontecimiento que celebramos el 15 de agosto
Autor: Teresa Fernández Fuente: Catholic.net
Explicación de la fiesta
La Asunción es un mensaje de esperanza que nos hace pensar en la dicha de alcanzar el Cielo, la gloria de Dios y en la alegría de tener una madre que ha alcanzado la meta a la que nosotros caminamos.
Este día, recordamos que María es una obra maravillosa de Dios. Concebida sin pecado original, el cuerpo de María estuvo siempre libre de pecado. Era totalmente pura. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado.
También, tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre María y cómo ella supo responder a éstas. Ella alcanzó la Gloria de Dios por la vivencia de las virtudes. Se coronó con estas virtudes.
La maternidad divina de María fue el mayor milagro y la fuente de su grandeza, pero Dios no coronó a María por su sola la maternidad, sino por sus virtudes: su caridad, su humildad, su pureza, su paciencia, su mansedumbre, su perfecto homenaje de adoración, amor, alabanza y agradecimiento.
María cumplió perfectamente con la voluntad de Dios en su vida y eso es lo que la llevó a llegar a la gloria de Dios.
En la Tierra todos queremos llegar a Dios y en esto trabajamos todos los días. Esta es nuestra esperanza. María ya ha alcanzado esto. Lo que ella ha alcanzado nos anima a nosotros. Lo que ella posee nos sirve de esperanza.
María tuvo una enorme confianza en Dios y su corazón lo tenía lleno de Dios.
Ella es nuestra Madre del Cielo y está dispuesta a ayudarnos en todo lo que le pidamos.
Un poco de historia
El Papa Pío XII definió como dogma de fe la Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma el 1 de noviembre de 1950.
La fiesta de la Asunción es “la fiesta de María”, la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra en su honor. Este día festejamos todos los misterios de su vida.
Es la celebración de su grandeza, de todos sus privilegios y virtudes, que también se celebran por separado en otras fechas.
Este día tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre, María. ¡Qué bien supo Ella corresponder a éstas! Por eso, por su vivencia de las virtudes, Ella alcanzó la gloria de Dios: se coronó por estas virtudes.
María es una obra maravillosa de Dios: mujer sencilla y humilde, concebida sin pecado original y, por tanto, creatura purísima. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado de Dios.
En la Tierra todos queremos llegar a Dios y por este fin trabajamos todos los días, ya que ésa es nuestra esperanza. María ya lo ha alcanzado. Lo que ella ya posee nos anima a nosotros a alcanzarlo también.
María tuvo una enorme confianza en Dios, su corazón lo tenía lleno de Dios. Vivió con una inmensa paz porque vivía en Dios, porque cumplió a la perfección con la voluntad de Dios durante toda su vida. Y esto es lo que la llevó a gozar en la gloria de Dios. Desde su Asunción al Cielo, Ella es nuestra Madre del Cielo.
Es un dogma de fe que María Santísima fue llevada al cielo en cuerpo y alma, Acontecimiento que celebramos el 15 de agosto
Autor: Teresa Fernández Fuente: Catholic.net
Explicación de la fiesta
La Asunción es un mensaje de esperanza que nos hace pensar en la dicha de alcanzar el Cielo, la gloria de Dios y en la alegría de tener una madre que ha alcanzado la meta a la que nosotros caminamos.
Este día, recordamos que María es una obra maravillosa de Dios. Concebida sin pecado original, el cuerpo de María estuvo siempre libre de pecado. Era totalmente pura. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado.
También, tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre María y cómo ella supo responder a éstas. Ella alcanzó la Gloria de Dios por la vivencia de las virtudes. Se coronó con estas virtudes.
La maternidad divina de María fue el mayor milagro y la fuente de su grandeza, pero Dios no coronó a María por su sola la maternidad, sino por sus virtudes: su caridad, su humildad, su pureza, su paciencia, su mansedumbre, su perfecto homenaje de adoración, amor, alabanza y agradecimiento.
María cumplió perfectamente con la voluntad de Dios en su vida y eso es lo que la llevó a llegar a la gloria de Dios.
En la Tierra todos queremos llegar a Dios y en esto trabajamos todos los días. Esta es nuestra esperanza. María ya ha alcanzado esto. Lo que ella ha alcanzado nos anima a nosotros. Lo que ella posee nos sirve de esperanza.
María tuvo una enorme confianza en Dios y su corazón lo tenía lleno de Dios.
Ella es nuestra Madre del Cielo y está dispuesta a ayudarnos en todo lo que le pidamos.
Un poco de historia
El Papa Pío XII definió como dogma de fe la Asunción de María al Cielo en cuerpo y alma el 1 de noviembre de 1950.
La fiesta de la Asunción es “la fiesta de María”, la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra en su honor. Este día festejamos todos los misterios de su vida.
Es la celebración de su grandeza, de todos sus privilegios y virtudes, que también se celebran por separado en otras fechas.
Este día tenemos presente a Cristo por todas las gracias que derramó sobre su Madre, María. ¡Qué bien supo Ella corresponder a éstas! Por eso, por su vivencia de las virtudes, Ella alcanzó la gloria de Dios: se coronó por estas virtudes.
María es una obra maravillosa de Dios: mujer sencilla y humilde, concebida sin pecado original y, por tanto, creatura purísima. Su alma nunca se corrompió. Su cuerpo nunca fue manchado por el pecado, fue siempre un templo santo e inmaculado de Dios.
En la Tierra todos queremos llegar a Dios y por este fin trabajamos todos los días, ya que ésa es nuestra esperanza. María ya lo ha alcanzado. Lo que ella ya posee nos anima a nosotros a alcanzarlo también.
María tuvo una enorme confianza en Dios, su corazón lo tenía lleno de Dios. Vivió con una inmensa paz porque vivía en Dios, porque cumplió a la perfección con la voluntad de Dios durante toda su vida. Y esto es lo que la llevó a gozar en la gloria de Dios. Desde su Asunción al Cielo, Ella es nuestra Madre del Cielo.
viernes, 6 de agosto de 2010
Para un proyecto cristiano de orientación vocacional
Todo es bueno
la vida
Todo es bueno, pero no todo es conveniente.
Cada cosa tiene su valor y su justa ubicación.
¿Cómo descubro el valor positivo de cada cosa y cómo puedo armar mi escala de valores?
la palabra
EL ESPÍRITU SANTO Y LA CREACIÓN
"El espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas...
Entonces Yavé Dios formó al ser humano con arcilla de la tierra; luego sopló en sus narices un aliento de vida. Así existió el ser humano con aliento y vida". (Gén 1,2 y 2,7).
Otra lectura bíblica: Rom 8,19-24. La Creación gime.
La Biblia nos dice que el ser humano, varón y mujer, fue hecho a imagen y semejanza de Dios. Y su Espíritu, su aliento estaban con él desde el principio. "Por medio de las manos del Padre, es decir, por medio del Hijo y del Espíritu, se hace el hombre a imagen de Dios" (San Ireneo).
Ese mismo aliento divino, su Espíritu, nos inunda desde el primer día de la creación y nos hace vivir la vida plena de los hijos de Dios. Fue ese mismo Espíritu el que le dio sabiduría al ser humano (= Adán) para que nombrara todas las cosas según su naturaleza (cfr. Gén 2,20).
Hemos escuchado, más de alguna vez, este relato bíblico y quizás hemos saboreado la belleza poética de estos relatos del Génesis. Pero no siempre nos hemos detenido a sentir cómo el Espíritu de Dios se hace acción y vida en un cuerpo y en toda la naturaleza.
Nuestra vida y nuestro aliento nacen del aliento de Dios, brotan del Espíritu. Es Él quien sostiene nuestra vida. Aun cuando los seres humanos renunciemos reconocer a Dios en nuestra vida, el Espíritu de Dios siempre nos sostiene y protege, llevando la creación y la historia a su plenitud. Dios nos ama y quiere que nuestra entrega sea libre y voluntaria y que nuestro amor sea una respuesta al suyo, pero no condicionado.
La experiencia de sentir la fuerza y presencia del Espíritu Santo es la de darnos cuenta que Dios está presente en medio nuestro. Abrir los ojos y ver la fuerza de la vida en nuestro entorno, notar los cauces de la naturaleza y su obstinada sabiduría que nos muestra la belleza singular del universo entero.
Desde nuestra experiencia cotidiana, en los momentos de mayor felicidad y en los de mayor tristeza, siempre podemos notar que hay una fuerza que nos sostiene y nos alienta, que nos lleva a ver más allá de lo aparente y que nos muestra caminos para realizar nuestros proyectos y nuestra historia; es el Espíritu Santo que nos invita a seguir el camino del amor. Podemos, libremente, aceptar su llamada y su invitación, reconocer su presencia y pedir su guía en nuestro andar. Así, nuestra existencia cobrará un sentido profundo y pleno.
Naturaleza y libertad humana, existencia y creación, vida que brota por todos los rincones, amor derramado y entregado al prójimo: es la acción del Espíritu Santo que no descansa y se manifiesta para darnos una vida plena.
el compromiso
1. ¿Siento que todas las cosas a mi alrededor son un don de Dios, que todo lo hizo bien?
2. ¿Qué signos de su presencia descubrimos en la naturaleza?
3. ¿Qué signos de su presencia descubro en mi?
Oración
Espíritu Santo,
creador y animador
de la vida:
llena con tu aliento
mi existencia
para descubrir tu acción
en el mundo,
en la vida
de mis hermanos,
en mi propio ser;
haz de mí un testigo
de tu amor. Amén.
Todo lo bueno que hay en mí
¡Es tan común detenernos en nuestros defectos!
No nos damos cuenta de que Dios a todos
nos regaló talentos y que en esta vida tenemos
la misión de conocer y multiplicar los talentos
que Dios nos regaló.
Al final de la vida, nuestro Señor,
nos va a preguntar qué hicimos con ellos.
Un día, Graciela, una animadora de un campamento de verano, reunió a todos los chicos antes de la merienda y les preguntó si alguna vez habían dejado un regalo sin abrir, o si conocían a alguna persona que no hubiera abierto su regalo. Por supuesto que todos los chicos dijeron que no. Entonces Graciela les dijo: "Seguramente alguno de ustedes todavía no abrió los regalos que Dios le ha dado". Los chicos quedaron un poco perplejos; pero la animadora explicó que cuando no conocemos y no valoramos los dones que cada uno ha recibido, estamos desperdiciándolos. Lo importante no es quejarse por lo que nos falta, sino potenciar las cosas lindas que están en cada uno de nosotros.
La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante (Jn 15,8).
El ser humano es un misterio y esto es una maravilla. Sólo Dios lo conoce profundamente. "¿Quién puede conocer lo más íntimo de una persona sino el espíritu de la misma persona?" (1Cor 2,11).
Fuente UMBRALES Nº 153
la vida
Todo es bueno, pero no todo es conveniente.
Cada cosa tiene su valor y su justa ubicación.
¿Cómo descubro el valor positivo de cada cosa y cómo puedo armar mi escala de valores?
la palabra
EL ESPÍRITU SANTO Y LA CREACIÓN
"El espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas...
Entonces Yavé Dios formó al ser humano con arcilla de la tierra; luego sopló en sus narices un aliento de vida. Así existió el ser humano con aliento y vida". (Gén 1,2 y 2,7).
Otra lectura bíblica: Rom 8,19-24. La Creación gime.
La Biblia nos dice que el ser humano, varón y mujer, fue hecho a imagen y semejanza de Dios. Y su Espíritu, su aliento estaban con él desde el principio. "Por medio de las manos del Padre, es decir, por medio del Hijo y del Espíritu, se hace el hombre a imagen de Dios" (San Ireneo).
Ese mismo aliento divino, su Espíritu, nos inunda desde el primer día de la creación y nos hace vivir la vida plena de los hijos de Dios. Fue ese mismo Espíritu el que le dio sabiduría al ser humano (= Adán) para que nombrara todas las cosas según su naturaleza (cfr. Gén 2,20).
Hemos escuchado, más de alguna vez, este relato bíblico y quizás hemos saboreado la belleza poética de estos relatos del Génesis. Pero no siempre nos hemos detenido a sentir cómo el Espíritu de Dios se hace acción y vida en un cuerpo y en toda la naturaleza.
Nuestra vida y nuestro aliento nacen del aliento de Dios, brotan del Espíritu. Es Él quien sostiene nuestra vida. Aun cuando los seres humanos renunciemos reconocer a Dios en nuestra vida, el Espíritu de Dios siempre nos sostiene y protege, llevando la creación y la historia a su plenitud. Dios nos ama y quiere que nuestra entrega sea libre y voluntaria y que nuestro amor sea una respuesta al suyo, pero no condicionado.
La experiencia de sentir la fuerza y presencia del Espíritu Santo es la de darnos cuenta que Dios está presente en medio nuestro. Abrir los ojos y ver la fuerza de la vida en nuestro entorno, notar los cauces de la naturaleza y su obstinada sabiduría que nos muestra la belleza singular del universo entero.
Desde nuestra experiencia cotidiana, en los momentos de mayor felicidad y en los de mayor tristeza, siempre podemos notar que hay una fuerza que nos sostiene y nos alienta, que nos lleva a ver más allá de lo aparente y que nos muestra caminos para realizar nuestros proyectos y nuestra historia; es el Espíritu Santo que nos invita a seguir el camino del amor. Podemos, libremente, aceptar su llamada y su invitación, reconocer su presencia y pedir su guía en nuestro andar. Así, nuestra existencia cobrará un sentido profundo y pleno.
Naturaleza y libertad humana, existencia y creación, vida que brota por todos los rincones, amor derramado y entregado al prójimo: es la acción del Espíritu Santo que no descansa y se manifiesta para darnos una vida plena.
el compromiso
1. ¿Siento que todas las cosas a mi alrededor son un don de Dios, que todo lo hizo bien?
2. ¿Qué signos de su presencia descubrimos en la naturaleza?
3. ¿Qué signos de su presencia descubro en mi?
Oración
Espíritu Santo,
creador y animador
de la vida:
llena con tu aliento
mi existencia
para descubrir tu acción
en el mundo,
en la vida
de mis hermanos,
en mi propio ser;
haz de mí un testigo
de tu amor. Amén.
Todo lo bueno que hay en mí
¡Es tan común detenernos en nuestros defectos!
No nos damos cuenta de que Dios a todos
nos regaló talentos y que en esta vida tenemos
la misión de conocer y multiplicar los talentos
que Dios nos regaló.
Al final de la vida, nuestro Señor,
nos va a preguntar qué hicimos con ellos.
Un día, Graciela, una animadora de un campamento de verano, reunió a todos los chicos antes de la merienda y les preguntó si alguna vez habían dejado un regalo sin abrir, o si conocían a alguna persona que no hubiera abierto su regalo. Por supuesto que todos los chicos dijeron que no. Entonces Graciela les dijo: "Seguramente alguno de ustedes todavía no abrió los regalos que Dios le ha dado". Los chicos quedaron un poco perplejos; pero la animadora explicó que cuando no conocemos y no valoramos los dones que cada uno ha recibido, estamos desperdiciándolos. Lo importante no es quejarse por lo que nos falta, sino potenciar las cosas lindas que están en cada uno de nosotros.
La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante (Jn 15,8).
El ser humano es un misterio y esto es una maravilla. Sólo Dios lo conoce profundamente. "¿Quién puede conocer lo más íntimo de una persona sino el espíritu de la misma persona?" (1Cor 2,11).
Fuente UMBRALES Nº 153
lunes, 26 de julio de 2010
la catequesis y nuestros niños
A partir de la fecha, comenzaremos a profundizar en la características que presentan nuestros niños en la catequesis. La idea es mejorar nuestro conocimiento de ellos a fin de mejorar nuestras praxis catequéticas en todos los sentidos.
Comenzaremos por los niños de 6 años y terminaremos con los niños de 11 años.
Existen en estas edades algunas características significativas que hacen diferente su acercamiento a Jesús el amigo.
Les deseo suerte a todos, lean los temas y luego me los comentan.
Gracias a todos y suerte.
Comenzaremos por los niños de 6 años y terminaremos con los niños de 11 años.
Existen en estas edades algunas características significativas que hacen diferente su acercamiento a Jesús el amigo.
Les deseo suerte a todos, lean los temas y luego me los comentan.
Gracias a todos y suerte.
CARACTERÍSTICA DE LOS NIÑOS DE 6 A 12 AÑOS.
¿A Quién Vas a Catequizar?
El niño tiene una religiosidad innata, siente la necesidad de Dios y lo empieza a conocer por intuición y por experiencia al descubrirse a sí mismo, a quienes le aman y al mundo que lo rodea.
Cuando descubre esta religiosidad, empieza para el niño una nueva manera de entender la vida, pero ésta puede crecer, cambiar, acelerarse o atrofiarse dependiendo de la educación que reciba.
Cada catequista debe estar atento a los signos de ese despertar religioso para aprovechar todas las oportunidades posibles, preparando el camino de la fe, haciendo madurar la religiosidad del niño y creando hábitos que den cauce a su expresión religiosa.
Estos signos van cambiando a lo largo de la vida del niño de acuerdo con su desarrollo físico, intelectual, afectivo, social, moral y religioso, pues todos los aspectos influyen en la manera como el niño recibe la información, la entiende y es capaz de aplicarla a su vida.
Un buen catequista se preocupa de conocer la capacidad intelectual de sus alumnos, pues de ella dependerá la manera como se le explique la doctrina y les aclare sus dudas; el momento afectivo que viven , su temperamento, sus ilusiones, lo que les gusta y disgusta, pues esto influirá en las motivaciones que puede presentarles: su desarrollo moral para saber qué tan capaces son de distinguir el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto y en base a ello preparar las exposiciones y los ejemplos; su desarrollo social , que pueda facilitar o dificultar la catequesis de acuerdo a su capacidad de diálogo, de respeto, de preocupación hacia las necesidades de los demás; y por último, su desarrollo físico , que se deberá tomar en cuenta para decidir acerca de la simplicidad o complejidad de las actividades y dinámicas que se lleven a cabo en la clase.
En este pequeño material de formación permanente intento incluir las características principales de cada una de las edades, para que cada catequistas no sólo las tomen en cuenta, sino que las aprovechen para lograr eficazmente su labor evangelizadora.
Nota: recordemos que cuando hago alusión a cada catequista, me estoy refiriendo también a cada animador o asistente del Salesianos.
Los niños de seis años
A esta edad los niños ya conocen que son una persona. Quieren que los consideren y los traten como tal. Comienzan a dominar sus impulsos y son capaces de ir tomando responsabilidades que exigen pequeños sacrificios.
Aspecto físico: Están creciendo notoriamente, han dejado de ser bebés y eso los llena de orgullo. Cada catequista debe aprovechar este orgullo, utilizándolo como motivación para lograr los objetivos: "…como ustedes ya son niños grandes, podemos..."
Presentan un progreso notable en coordinación motora; son capaces de hacer casi todos los movimientos de un adulto.
Su catequista deberá aprovechar estas habilidades poniendo algún ejercicio motriz cuando el grupo se encuentre distraído o inquieto, con distintas órdenes de lo que deben hacer: manos arriba, abajo, saltar con dos pies, con uno solo, agacharse, etc. También se puede aprovechar para variar la dinámica de la clase con diversas actividades manuales: dibujar, pegar, recortar, armar, etc.
Son inquietos, les gusta que se les cambie de actividad y que haya movimiento en dichas actividades.
Su catequista podrá evitar tenerlos sentados toda la clase. Intentará dar la clase variando las actividades y poniendo mucho entusiasmo en cada una de ellas: cambiando el tono de voz, gesticulando, haciendo mímica, cantando, organizando dinámicas, representaciones y juegos. Si en algún momento a lo largo del curso se presenta la oportunidad, los puede sacar al jardín a caminar, correr y jugar, aprovechando la experiencia para que aprecien la naturaleza que nos regaló Dios.
Aspecto intelectual:
Tienen poca capacidad de atención. Se distraen cuando la explicación dura más de dos o tres minutos. Para ello, sería bueno que su catequista haga la clase lo más participativa posible, intercalando preguntas, anécdotas y objetos visuales que llamen la atención de los chicos y que los involucren en el tema. Su pensamiento se basa en lo concreto osea, en aquello que puede manipular, ver, interactuar. El catequista deberá dar pocas ideas abstractas ilustradas con muchos ejemplos visibles, con objetos manipulables etc.
Se esfuerzan por comprender lo que se les explica.
El catequista deberá esforzarse en lograr que comprendan, explicándoles el por qué de las cosas: de las reglas de disciplina del salón de clases, del buen comportamiento en casa, de la importancia de asistir a misa, (el niño entiende esta obligación y de no poder cumplir con ella se frustra), etc.
Ya captan el sentido del humor, gozan con los chistes simples.
El catequista puede introducir o terminar la clase con un chiste y reírse con ellos. Esto favorecerá mucho su relación con los niños.
Pueden representar mentalmente cosas y hechos, les encantan las historias y los cuentos.
El educador puede utilizar historias para sus enseñanzas, preguntarles lo que entendieron y que ellos lo expliquen, lo dibujen, lo escenifiquen, que cierren sus ojos y se imaginen las tres cosas que más le gustaron del tema que se vio en la clase.
Entienden las motivaciones a corto plazo, no a largo plazo.
Pueden captar que tendrán una fiesta el viernes y estar entusiasmados, pero no será lo mismo con las vacaciones que serán dentro de un mes. El catequista deberá tener presente que no puede utilizar como motivación un premio al final del año, sino que es más conveniente premiarlos con pequeños incentivos en cada clase.
Aspecto afectivo:
Están centrados y gobernados por sus sentimientos, la razón no tiene gran influencia en sus actos. El catequista deberá aprovechar esta efusión de sentimientos evitando dar explicaciones demasiado racionales, sino más bien que muevan los sentimientos de los niños. Se les puede explicar lo tristes que se sienten los demás cuando nos portamos mal con ellos, de lo feliz que se pone Dios cuando nos portamos bien. Eso lo entienden mejor que si se les habla de deberes y mandamientos. Ante los sentimientos y actitudes negativas, hay que enseñar a controlarlos.
Tienen un corazón lleno de cariño, entusiasmo y alegría. Se conmueven fácilmente con los que sufren. Desean ayudar.
El catequista deberá enseñarles cómo pueden ayudar a los demás encauzándolos en alguna obra concreta para ayudar a los demás: explicando al que no entiende la tarea, jugando con alguien que esté solo, visitando a algún enfermo, rezando por los demás, haciendo una colecta de ropa o juguetes, etc.
Son muy expresivos: brincan, lloran, ríen, se enojan.
Esta facilidad de expresión se puede aprovechar en las dinámicas de clase para actuar algún tema, para cantar una canción, para organizar juegos y para vivir los tiempos litúrgicos de la Iglesia.
Necesitan adquirir confianza en sí mismos. La imagen que tienen de ellos mismos depende de la opinión de los adultos. Quieren agradar y triunfar. Cuando hacen lo que se espera de ellos se sienten muy orgullosos.
El catequista deberá tener cuidado al corregir los errores o malos comportamientos, haciéndolo de forma que no los humille y siempre recordándoles que valen mucho aunque a veces se equivoquen. No "etiquetarlos". Evitar gritarles y castigarles.
Es recomendable darles responsabilidades a su alcance para que adquieran seguridad y confianza en sí mismos. Felicitarlos cuando hagan algo bien. Orientar su deseo de agradar para ser "los campeones" en el conocimiento y vivencia de la Fe Católica.
Aspecto social:
Están empezando a salir de sí mismos para interesarse por amistades fuera de la familia. Comienzan a dar sus primeros pasos hacia la independencia.
Es conveniente velar porque exista un clima de confianza y respeto en el salón de clases para que se puedan dar amistades entre compañeros. Conocer los grupitos de amigos para utilizarlos en los ejemplos de la clase.
Se despierta la conciencia del "nosotros", la conciencia de ser grupo.
El catequista debe esforzarse por conocer a cada uno de los alumnos y conocer lo que pasa y lo que sienten en el grupo. Detectar si existen problemas con algún alumno en relación con el resto del grupo. Se les puede motivar con concursos por grupo, fomentando el espíritu de equipo y la generosidad.
Son serviciales.
Es muy recomendable tener ayudantes para lo que se necesite e irlos rotando (quien haga la oración, quien reparta material, quien ayude con el material de la catequista, quien borre el pizarrón, etc.).
Aspecto moral:
No distinguen claramente entre el bien y el mal. Tienden a repetir lo que les dicen sus padres y maestros.
El ejemplo del catequista deberá ser intachable, pues los niños repetirán lo que él diga o haga.
Distinguen lo propio de lo ajeno. Su sentido de justicia se limita a la reciprocidad: "Tú me das y yo te doy."
El educador deberá fomentar el respeto hacia los demás y hacia sus cosas. Educar en la generosidad enseñándoles por qué es importante compartir aunque aparentemente no reciban nada a cambio.
Son dados a inventar historias para llamar la atención. Tienen una gran imaginación.
Poco a poco el catequista deberá enseñarles a diferenciar lo real de lo imaginario, que entiendan que Dios no puede ser igual a los personajes "todopoderosos" de las caricaturas. Sin embargo, no se les debe regañar por sus invenciones, pues no las hacen con el afán de mentir, sino que su imaginación es tan poderosa que pueden realmente creer en lo que se imaginan.
Quieren ser obedientes, pero sus actos suelen adelantarse a sus intenciones.
Corregir las desobediencias con comprensión, dándoles oportunidad de dar una explicación. Felicitarlos cuando acepten que se equivocaron, hayan obedecido o hecho un gran esfuerzo por obedecer. Esto los hará sentir muy bien.
Aspecto religioso:
Es fácil para ellos creer. No necesitan grandes explicaciones para entender que Dios da la vida, que nos hizo, que nos quiere. El catequista deberá aprovechar este momento de fe sencilla para hacerlos que conozcan más a Dios, en sus atributos, en sus cualidades, en su amor a los hombres.
Se relacionan con Dios a nivel de sentimientos y según se lo indican sus mayores.
Recordarles siempre lo bueno que es Dios y lo mucho que los quiere. Recordarles que la mejor manera de demostrarle a Dios que lo quieren es con sus buenas acciones.
Ya son capaces de hacer unos momentos de oración en su interior.
Es recomendable dedicar un momento de la clase a la oración personal, pero siempre dirigida por el catequista, pues de otra manera la imaginación se los llevará. La oración con cantos es muy útil en esta edad, pues en ella utilizan la riqueza de sus sentimientos y su capacidad de expresión.
Les gustan las clases de Catecismo.
Se debe aprovechar este gusto natural para fomentar el verdadero amor a Dios y a la Virgen María, dando explicaciones breves y con un lenguaje adecuado para los niños. Aprovechar esta edad para que le encuentren sentido a las ceremonias religiosas. Lograr que el recuerdo de la catequesis a los seis años sea tan agradable que les dure para toda la vida el deseo de conocer más a Dios.
Técnicas didácticas más convenientes para utilizar en la catequesis de esta edad:
Juego. Canto. Dibujo. Colorear. Franelógrafo. Actuación. Pegar. Recortar. Pintura dactilar. Seguir líneas punteadas. Moldear con plastilina o con arcilla. Dibujos con naturaleza muerta. Posters. Láminas. Lectura de la Historia Sagrada. Escuchar relatos, narraciones. Porras. Escenificaciones. Trabajos manuales.
webgrafía:
sdb.org/SDBWEB - salesiani di don bosco
mochilapastoral.com
catholic.net
diocesismalaga.es
agustinos.com
¿A Quién Vas a Catequizar?
El niño tiene una religiosidad innata, siente la necesidad de Dios y lo empieza a conocer por intuición y por experiencia al descubrirse a sí mismo, a quienes le aman y al mundo que lo rodea.
Cuando descubre esta religiosidad, empieza para el niño una nueva manera de entender la vida, pero ésta puede crecer, cambiar, acelerarse o atrofiarse dependiendo de la educación que reciba.
Cada catequista debe estar atento a los signos de ese despertar religioso para aprovechar todas las oportunidades posibles, preparando el camino de la fe, haciendo madurar la religiosidad del niño y creando hábitos que den cauce a su expresión religiosa.
Estos signos van cambiando a lo largo de la vida del niño de acuerdo con su desarrollo físico, intelectual, afectivo, social, moral y religioso, pues todos los aspectos influyen en la manera como el niño recibe la información, la entiende y es capaz de aplicarla a su vida.
Un buen catequista se preocupa de conocer la capacidad intelectual de sus alumnos, pues de ella dependerá la manera como se le explique la doctrina y les aclare sus dudas; el momento afectivo que viven , su temperamento, sus ilusiones, lo que les gusta y disgusta, pues esto influirá en las motivaciones que puede presentarles: su desarrollo moral para saber qué tan capaces son de distinguir el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto y en base a ello preparar las exposiciones y los ejemplos; su desarrollo social , que pueda facilitar o dificultar la catequesis de acuerdo a su capacidad de diálogo, de respeto, de preocupación hacia las necesidades de los demás; y por último, su desarrollo físico , que se deberá tomar en cuenta para decidir acerca de la simplicidad o complejidad de las actividades y dinámicas que se lleven a cabo en la clase.
En este pequeño material de formación permanente intento incluir las características principales de cada una de las edades, para que cada catequistas no sólo las tomen en cuenta, sino que las aprovechen para lograr eficazmente su labor evangelizadora.
Nota: recordemos que cuando hago alusión a cada catequista, me estoy refiriendo también a cada animador o asistente del Salesianos.
Los niños de seis años
A esta edad los niños ya conocen que son una persona. Quieren que los consideren y los traten como tal. Comienzan a dominar sus impulsos y son capaces de ir tomando responsabilidades que exigen pequeños sacrificios.
Aspecto físico: Están creciendo notoriamente, han dejado de ser bebés y eso los llena de orgullo. Cada catequista debe aprovechar este orgullo, utilizándolo como motivación para lograr los objetivos: "…como ustedes ya son niños grandes, podemos..."
Presentan un progreso notable en coordinación motora; son capaces de hacer casi todos los movimientos de un adulto.
Su catequista deberá aprovechar estas habilidades poniendo algún ejercicio motriz cuando el grupo se encuentre distraído o inquieto, con distintas órdenes de lo que deben hacer: manos arriba, abajo, saltar con dos pies, con uno solo, agacharse, etc. También se puede aprovechar para variar la dinámica de la clase con diversas actividades manuales: dibujar, pegar, recortar, armar, etc.
Son inquietos, les gusta que se les cambie de actividad y que haya movimiento en dichas actividades.
Su catequista podrá evitar tenerlos sentados toda la clase. Intentará dar la clase variando las actividades y poniendo mucho entusiasmo en cada una de ellas: cambiando el tono de voz, gesticulando, haciendo mímica, cantando, organizando dinámicas, representaciones y juegos. Si en algún momento a lo largo del curso se presenta la oportunidad, los puede sacar al jardín a caminar, correr y jugar, aprovechando la experiencia para que aprecien la naturaleza que nos regaló Dios.
Aspecto intelectual:
Tienen poca capacidad de atención. Se distraen cuando la explicación dura más de dos o tres minutos. Para ello, sería bueno que su catequista haga la clase lo más participativa posible, intercalando preguntas, anécdotas y objetos visuales que llamen la atención de los chicos y que los involucren en el tema. Su pensamiento se basa en lo concreto osea, en aquello que puede manipular, ver, interactuar. El catequista deberá dar pocas ideas abstractas ilustradas con muchos ejemplos visibles, con objetos manipulables etc.
Se esfuerzan por comprender lo que se les explica.
El catequista deberá esforzarse en lograr que comprendan, explicándoles el por qué de las cosas: de las reglas de disciplina del salón de clases, del buen comportamiento en casa, de la importancia de asistir a misa, (el niño entiende esta obligación y de no poder cumplir con ella se frustra), etc.
Ya captan el sentido del humor, gozan con los chistes simples.
El catequista puede introducir o terminar la clase con un chiste y reírse con ellos. Esto favorecerá mucho su relación con los niños.
Pueden representar mentalmente cosas y hechos, les encantan las historias y los cuentos.
El educador puede utilizar historias para sus enseñanzas, preguntarles lo que entendieron y que ellos lo expliquen, lo dibujen, lo escenifiquen, que cierren sus ojos y se imaginen las tres cosas que más le gustaron del tema que se vio en la clase.
Entienden las motivaciones a corto plazo, no a largo plazo.
Pueden captar que tendrán una fiesta el viernes y estar entusiasmados, pero no será lo mismo con las vacaciones que serán dentro de un mes. El catequista deberá tener presente que no puede utilizar como motivación un premio al final del año, sino que es más conveniente premiarlos con pequeños incentivos en cada clase.
Aspecto afectivo:
Están centrados y gobernados por sus sentimientos, la razón no tiene gran influencia en sus actos. El catequista deberá aprovechar esta efusión de sentimientos evitando dar explicaciones demasiado racionales, sino más bien que muevan los sentimientos de los niños. Se les puede explicar lo tristes que se sienten los demás cuando nos portamos mal con ellos, de lo feliz que se pone Dios cuando nos portamos bien. Eso lo entienden mejor que si se les habla de deberes y mandamientos. Ante los sentimientos y actitudes negativas, hay que enseñar a controlarlos.
Tienen un corazón lleno de cariño, entusiasmo y alegría. Se conmueven fácilmente con los que sufren. Desean ayudar.
El catequista deberá enseñarles cómo pueden ayudar a los demás encauzándolos en alguna obra concreta para ayudar a los demás: explicando al que no entiende la tarea, jugando con alguien que esté solo, visitando a algún enfermo, rezando por los demás, haciendo una colecta de ropa o juguetes, etc.
Son muy expresivos: brincan, lloran, ríen, se enojan.
Esta facilidad de expresión se puede aprovechar en las dinámicas de clase para actuar algún tema, para cantar una canción, para organizar juegos y para vivir los tiempos litúrgicos de la Iglesia.
Necesitan adquirir confianza en sí mismos. La imagen que tienen de ellos mismos depende de la opinión de los adultos. Quieren agradar y triunfar. Cuando hacen lo que se espera de ellos se sienten muy orgullosos.
El catequista deberá tener cuidado al corregir los errores o malos comportamientos, haciéndolo de forma que no los humille y siempre recordándoles que valen mucho aunque a veces se equivoquen. No "etiquetarlos". Evitar gritarles y castigarles.
Es recomendable darles responsabilidades a su alcance para que adquieran seguridad y confianza en sí mismos. Felicitarlos cuando hagan algo bien. Orientar su deseo de agradar para ser "los campeones" en el conocimiento y vivencia de la Fe Católica.
Aspecto social:
Están empezando a salir de sí mismos para interesarse por amistades fuera de la familia. Comienzan a dar sus primeros pasos hacia la independencia.
Es conveniente velar porque exista un clima de confianza y respeto en el salón de clases para que se puedan dar amistades entre compañeros. Conocer los grupitos de amigos para utilizarlos en los ejemplos de la clase.
Se despierta la conciencia del "nosotros", la conciencia de ser grupo.
El catequista debe esforzarse por conocer a cada uno de los alumnos y conocer lo que pasa y lo que sienten en el grupo. Detectar si existen problemas con algún alumno en relación con el resto del grupo. Se les puede motivar con concursos por grupo, fomentando el espíritu de equipo y la generosidad.
Son serviciales.
Es muy recomendable tener ayudantes para lo que se necesite e irlos rotando (quien haga la oración, quien reparta material, quien ayude con el material de la catequista, quien borre el pizarrón, etc.).
Aspecto moral:
No distinguen claramente entre el bien y el mal. Tienden a repetir lo que les dicen sus padres y maestros.
El ejemplo del catequista deberá ser intachable, pues los niños repetirán lo que él diga o haga.
Distinguen lo propio de lo ajeno. Su sentido de justicia se limita a la reciprocidad: "Tú me das y yo te doy."
El educador deberá fomentar el respeto hacia los demás y hacia sus cosas. Educar en la generosidad enseñándoles por qué es importante compartir aunque aparentemente no reciban nada a cambio.
Son dados a inventar historias para llamar la atención. Tienen una gran imaginación.
Poco a poco el catequista deberá enseñarles a diferenciar lo real de lo imaginario, que entiendan que Dios no puede ser igual a los personajes "todopoderosos" de las caricaturas. Sin embargo, no se les debe regañar por sus invenciones, pues no las hacen con el afán de mentir, sino que su imaginación es tan poderosa que pueden realmente creer en lo que se imaginan.
Quieren ser obedientes, pero sus actos suelen adelantarse a sus intenciones.
Corregir las desobediencias con comprensión, dándoles oportunidad de dar una explicación. Felicitarlos cuando acepten que se equivocaron, hayan obedecido o hecho un gran esfuerzo por obedecer. Esto los hará sentir muy bien.
Aspecto religioso:
Es fácil para ellos creer. No necesitan grandes explicaciones para entender que Dios da la vida, que nos hizo, que nos quiere. El catequista deberá aprovechar este momento de fe sencilla para hacerlos que conozcan más a Dios, en sus atributos, en sus cualidades, en su amor a los hombres.
Se relacionan con Dios a nivel de sentimientos y según se lo indican sus mayores.
Recordarles siempre lo bueno que es Dios y lo mucho que los quiere. Recordarles que la mejor manera de demostrarle a Dios que lo quieren es con sus buenas acciones.
Ya son capaces de hacer unos momentos de oración en su interior.
Es recomendable dedicar un momento de la clase a la oración personal, pero siempre dirigida por el catequista, pues de otra manera la imaginación se los llevará. La oración con cantos es muy útil en esta edad, pues en ella utilizan la riqueza de sus sentimientos y su capacidad de expresión.
Les gustan las clases de Catecismo.
Se debe aprovechar este gusto natural para fomentar el verdadero amor a Dios y a la Virgen María, dando explicaciones breves y con un lenguaje adecuado para los niños. Aprovechar esta edad para que le encuentren sentido a las ceremonias religiosas. Lograr que el recuerdo de la catequesis a los seis años sea tan agradable que les dure para toda la vida el deseo de conocer más a Dios.
Técnicas didácticas más convenientes para utilizar en la catequesis de esta edad:
Juego. Canto. Dibujo. Colorear. Franelógrafo. Actuación. Pegar. Recortar. Pintura dactilar. Seguir líneas punteadas. Moldear con plastilina o con arcilla. Dibujos con naturaleza muerta. Posters. Láminas. Lectura de la Historia Sagrada. Escuchar relatos, narraciones. Porras. Escenificaciones. Trabajos manuales.
webgrafía:
sdb.org/SDBWEB - salesiani di don bosco
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miércoles, 23 de junio de 2010
He perdido la fe
(fuente catholic.net)
«Recuerdo -me contaba en confianza un antiguo compañero mío- aquellas devociones de mi niñez y mi primera adolescencia, y la verdad es que siento haber perdido la fe. Pero así ha sido.
Cuando mi pensamiento vuelve, con nostalgia, a aquellos recuerdos, aún adivino que había en ellos algo grande y valioso. Me sentía a gusto entonces, en esa inocencia, pero ahora pienso que todo aquello era demasiado místico, que la realidad no es así.
Mi afición a la filosofía y aquellas ávidas lecturas de juventud deshicieron enseguida, como un terrón de azúcar en el café, aquel clima religioso de la niñez. La imprecisión y vaguedad de mi fe infantil se convirtió con los años en una demoledora duda intelectual. Yo quisiera creer, pero ahora no me parece serio creer. La razón me lo estorba.»
En muchas ocasiones, como sucede en esta, una persona avanza con los años en su preparación profesional, en su formación cultural, en su madurez afectiva e intelectual..., pero, sin embargo, su conocimiento de la fe se queda estancado en unos conceptos elementales aprendidos en la niñez.
Y a ese desfase hay que añadir, en algunos casos, el triste hecho de que esa formación religiosa quizá fue impartida por personas de conducta poco coherente.
Cuando todo esto sucede, la fe va dejando de informar la vida, y se va rechazando poco a poco, de una manera insensible. Y esas personas acaban por decir que Dios no les interesa, que no tiene sitio en su vida, o que para ellos es poco importante.
Este proceso, lamentablemente corriente, demuestra la fragilidad de la fe en personas que se educaron asumiendo unas simples prácticas religiosas sin preocuparse por alcanzar un conocimiento real y profundo de la fe. La vida espiritual no puede reducirse a una actividad sentimental ajena a lo racional.
El creyente debe buscar en su vida espiritual una fuente de luz que facilite una vida intelectual rigurosa.
¿Y cuando aparecen las dudas?
Es natural que a veces se presenten dudas. Pero eso no es perder la fe, pues se puede conservar la fe mientras se profundiza en la resolución de esas dudas. Es más, en muchos casos la duda abre la puerta a la reflexión y a la profundización, para así alcanzar una fe más madura: en ese sentido puede incluso resultar positiva.
Es preciso buscar respuesta a las dudas, a esas aparentes contradicciones, aunque no siempre se llegue a comprender todo enseguida. Así lo explicaba Joseph Ratzinger: La fe no elimina las preguntas; es más, un creyente que no se hiciera preguntas acabaría encorsetándose.
Por otra parte, aunque sea cierto que el creyente puede sentirse amenazado por la duda, hay que recordar que tampoco el no creyente vive en una existencia cerrada a la duda. Incluso aquel que se comporte como un ateo total, que ha logrado acallar casi por completo la llamada de lo sobrenatural, siempre sentirá la misteriosa inseguridad de si su ateísmo será un engaño.
El creyente puede sentirse amenazado por la incredulidad, pero quien pretenda eludir esa incertidumbre de la fe, caerá en la incertidumbre de la incredulidad, que no puede negar de manera definitiva que la fe sea verdadera. Al ateo y al agnóstico siempre les acuciará la duda de si la fe no será real. Nadie puede sustraerse a ese dilema humano. Sólo al rechazar la fe se da uno cuenta de que es irrechazable.
«Es inevitable -ha escrito Rosario Bofill- que a veces tengamos que caminar entre nieblas.
En cierta manera, la fe es la capacidad de soportar la duda.
Y de vez en cuando, una persona, una reflexión, o una lectura nos hacen atisbar un poco de ese misterio por el que uno ha optado. Cada creyente sabe que alguna vez ha tenido evidencias de la existencia de Dios, pequeñas pruebas que quizá vistas por otro, fuera de su contexto, le harían sonreír displicente...
Y a lo largo de los siglos la mayoría de los hombres han experimentado esa necesidad de Dios. ¿Es esto una prueba de que existe? Pienso que sí, invocado de distinta forma en las distintas religiones y en los distintos siglos.
Si me repugna creer que el mundo está abocado al absurdo, debo creer que más allá de la muerte hay algo, que tendremos otra vida distinta a la de ahora. Hay una razón de justicia que me parece imperiosa: ¿cómo Dios no va a dar a los pobres, a los desheredados, a los que viven en la miseria, a los que sufren tanto en esta vida, su parte de felicidad? Ha de haber algo que restablezca el orden y dé a los que aquí no han tenido nada, la plenitud. Y que los que aquí han amado no vean acabado su amor.
Siento una voz íntima, un grito interior que me hace creer que es imposible un mundo sin Dios, un mundo del absurdo. Porque un mundo sin Dios me parece un absurdo total. ¿A qué esa sed interior, esa angustia, ese deseo de vida del hombre? Ese amasijo de sentimientos, inteligencia, deseos, nostalgia, que somos las mujeres y los hombres, cada uno a su manera, ¿qué sentido tienen perdidos en el cosmos sin un Dios que al fin dé respuesta a tanto deseo, tanto vacío, tanto anhelo?
He tenido que madurar mi educación religiosa de la infancia y la juventud, pero recibí unos principios básicos a los que he sido fiel. Hay gente que cuando se hace adulta rechaza lo que le enseñaron y cómo le educaron. Sin duda al hacerse adulto uno tiene que reflexionar sobre su fe y madurar, pero creo que es una suerte haber vivido rodeada de gente que ha vivido a fondo su fe, y también haberse encontrado con personas críticas, buenos creyentes, que son los que más me han ayudado. La fe es como una herencia que no quisiera echar por la borda y a la que en lo más hondo de mí estoy muy agradecida».
A veces lo que plantea dudas no es la fe, sino la práctica de la fe: lo difícil no es creer, sino vivir lo que se cree. Todo el mundo siente esa tensión en su interior. Todo hombre se siente atraído por extremos diferentes, y experimenta el tirón de lo que sabe que va contra sus convicciones. Pero eso no significa una rotura.
De vez en cuando pueden surgir dudas sobre la propia capacidad de vivir la fe. Se nos puede hacer un poco más cuesta arriba. Es preciso entonces seguir esforzándose por mejorar, con la confianza de que precisamente gracias a esa fe, iremos recibiendo más luz y más fortaleza, profundizaremos más en esa fe y la viviremos mejor. La fe ayuda a vivir esa coherencia de vida, sin que esas tensiones tengan por qué producir frustración o ruptura.
Pero muchos, en esa cuesta arriba, abandonan la práctica religiosa. Suele suceder cuando se ve la práctica religiosa como un fin y no como un medio. Por eso es importante levantar la vista por encima del acontecer diario para atisbar la meta a la que nos dirigimos. Ser buen cristiano puede a veces resultar costoso, pero merece la pena. Además, esos momentos de cuesta arriba siempre brindan al hombre una oportunidad de dar lo mejor de sí mismo. Son la piedra de toque que identifica la calidad del edificio que estamos construyendo con nuestra vida.
“El ser humano -escribe Javier Echevarría- posee una capacidad de infinito que sólo el Infinito, Dios mismo, puede saciar. Hay en nosotros un fondo que nada ni nadie, excepto Dios, logra llenar; y, en consecuencia, existe -incluso en las más grandes amistades y en los más grandes amores- una cierta experiencia de límite, de soledad no superada. En ocasiones, esa experiencia engendra miedo, repliegue sobre sí mismo para conservar un reducto de intimidad en el que nadie entre; en otras, impulsa hacia adelante, a buscar algo más. De este modo se encauza una inquietud del espíritu que sólo en Dios puede encontrar finalmente reposo”.
Vivir sin fe
Parece bastante más fácil no creer que creer. Puede parecer más sencillo, o más cómodo, en el sentido de que quien no cree no se liga a nada. En ese sentido es fácil. Pero vivir sin fe no es tan fácil. La vida sin fe es complicada generalmente, porque el hombre no puede vivir sin puntos de referencia. No tenemos más que recordar la filosofía de Sartre, Camus, o de otros muchos, para comprobarlo enseguida.
La carga que conlleva la falta de fe es mucho más pesada. Tener fe es, en cierta manera, una opción. Elegir entre dos modos de ver la vida. Ambos modos -vivir con fe o sin ella- se presentan como dos posibilidades coherentes. Sin embargo, pienso que la razón y la observación de la naturaleza y del hombre llevan indefectiblemente hacia la fe. De todas formas, al final hay siempre una decisión de la voluntad. Una decisión perfectamente compatible con que después uno pueda sentir a veces el atractivo de la otra opción.
La vida con fe es más esperanzada, más optimista, más alegre.
miércoles, 9 de junio de 2010
JESÚS, LUZ DEL MUNDO
Jesús, la luz del mundo.
La luz corresponde a un anhelo primordial de la persona humana, anhelo de vida y felicidad. Una persona que nos ama es para nosotros un rayo de luz en la vida. La luz es el símbolo para el conocimiento e iluminación. Desde siempre la humanidad desea la iluminación. Sobre todo entre los agnósticos estaba muy extendido este anhelo: "Tiene que haber más de lo que hay. "
La luz corresponde a un anhelo primordial de la persona humana, anhelo de vida y felicidad. Una persona que nos ama es para nosotros un rayo de luz en la vida. La luz es el símbolo para el conocimiento e iluminación. Desde siempre la humanidad desea la iluminación. Sobre todo entre los agnósticos estaba muy extendido este anhelo: "Tiene que haber más de lo que hay. "
San Juan 10, 12
Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo:
«Yo soy la luz del mundo.
El que me sigue no andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la Vida»
Los que conducimos solemos hacernos dependientes de una buena luz que ilumine nuestro camino. Sin ella, es fácil perderse, arremeter contra baches y lomas, sufrir una gran tensión. El camino se hace lento y cansador.
En la vida también es necesario conducirnos con un buen faro piloto. Jesús nos dice, “Yo soy la luz del mundo”
¿Qué momentos de nuestra vida creemos que puede iluminarnos Jesús?
.............................................................................
..............................................................................
¿En cuales se hace más necesaria su guía?
................................................................................
................................................................................
¿De qué manera nos podemos asegurar de que la luz que seguimos es la de Jesús y no la del consumismo o del que dirán?
..................................................................................
..................................................................................
Rezamos en familia: SALMO DE MI ESPERANZA.
El Señor es la defensa de mi vida
ante quién temblaré?
Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no temerá;
aunque una guerra estalle contra mí,
no perderé la confianza.
Solamente una cosa pido a Dios,
y por ella suspiro: habitar en la casa del Señor, todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor,
contemplando al fin su rostro.
El Señor me guardará en su Morada
en la hora del peligro; me pondrá en lo más oculto de su casa, me afirmará
sobre la roca, y al elevarle sacrificios de alabanza cantaré para su nombre.
Ahora escucha, Señor, mi voz que clama, ten piedad, y respóndeme; mi corazón me dice: "Busca su rostro"; tu rostro busco, no me lo ocultes, y no rechaces con cólera a tu siervo, Tú que eres mi auxilio.
Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Tú me recibirías, indícame, Señor, tu camino, guíame por senda llana, para que llegue a contemplar tu bondad en la tierra de la vida.
La sal y la luz del mundo
13 "Ustedes son como la sal que se pone en el horno de barro para aumentar su calor. Si la sal pierde esa cualidad, ya no sirve para nada, sino para tirarla afuera y que la gente la pisotee.
14 "Ustedes son como una luz que ilumina a todos. Son como una ciudad construida en la parte más alta de un cerro y que todos pueden ver.15 Nadie enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón. Todo lo contrario: la pone en un lugar alto para que alumbre a todos los que están en la casa.16 De la misma manera, su conducta debe ser como una luz que ilumine y muestre cómo se obedece a Dios. Hagan buenas acciones. Así las verán los demás y alabarán a Dios, el Padre de ustedes que está en el cielo.
Padrenuestro y Señal de la cruz
Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo:
«Yo soy la luz del mundo.
El que me sigue no andará en tinieblas,
sino que tendrá la luz de la Vida»
Los que conducimos solemos hacernos dependientes de una buena luz que ilumine nuestro camino. Sin ella, es fácil perderse, arremeter contra baches y lomas, sufrir una gran tensión. El camino se hace lento y cansador.
En la vida también es necesario conducirnos con un buen faro piloto. Jesús nos dice, “Yo soy la luz del mundo”
¿Qué momentos de nuestra vida creemos que puede iluminarnos Jesús?
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¿En cuales se hace más necesaria su guía?
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¿De qué manera nos podemos asegurar de que la luz que seguimos es la de Jesús y no la del consumismo o del que dirán?
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Rezamos en familia: SALMO DE MI ESPERANZA.
El Señor es la defensa de mi vida
ante quién temblaré?
Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no temerá;
aunque una guerra estalle contra mí,
no perderé la confianza.
Solamente una cosa pido a Dios,
y por ella suspiro: habitar en la casa del Señor, todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor,
contemplando al fin su rostro.
El Señor me guardará en su Morada
en la hora del peligro; me pondrá en lo más oculto de su casa, me afirmará
sobre la roca, y al elevarle sacrificios de alabanza cantaré para su nombre.
Ahora escucha, Señor, mi voz que clama, ten piedad, y respóndeme; mi corazón me dice: "Busca su rostro"; tu rostro busco, no me lo ocultes, y no rechaces con cólera a tu siervo, Tú que eres mi auxilio.
Aunque mi padre y mi madre me dejaran, Tú me recibirías, indícame, Señor, tu camino, guíame por senda llana, para que llegue a contemplar tu bondad en la tierra de la vida.
La sal y la luz del mundo
13 "Ustedes son como la sal que se pone en el horno de barro para aumentar su calor. Si la sal pierde esa cualidad, ya no sirve para nada, sino para tirarla afuera y que la gente la pisotee.
14 "Ustedes son como una luz que ilumina a todos. Son como una ciudad construida en la parte más alta de un cerro y que todos pueden ver.15 Nadie enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón. Todo lo contrario: la pone en un lugar alto para que alumbre a todos los que están en la casa.16 De la misma manera, su conducta debe ser como una luz que ilumine y muestre cómo se obedece a Dios. Hagan buenas acciones. Así las verán los demás y alabarán a Dios, el Padre de ustedes que está en el cielo.
Padrenuestro y Señal de la cruz
viernes, 14 de mayo de 2010
JESÚS, EL AGUA DE LA VIDA
El que camina por el desierto, sabe que el agua es la imagen de la vida, de la frescura y de la regeneración. Cuando nos lavamos con agua, no nos quitamos solamente la suciedad exterior, por el contrario, intentamos quitar de nosotros todo lo que enturbia y oscurece la imagen primigenia de nuestro ser. El agua simboliza la fecundidad espiritual. El manantial, con su agua viva, es símbolo de la energía espiritual y anímica inagotable.
Leemos en familia este hermoso salmo. Lo comentamos.
Salmo 42
Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua, así mi alma suspira por ti, mi Dios.
Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente: ¿Cuándo iré a contemplar
el rostro de Dios? Las lágrimas son mi único pan de día y de noche, mientras me preguntan sin cesar:
“¿Dónde está tu Dios?”.
Al recordar el pasado, me dejo llevar por la nostalgia: ¡cómo iba en medio de la multitud y la guiaba hacia la Casa de Dios, entre cantos de alegría y alabanza, en el júbilo de la fiesta!
¿Por qué te deprimes, alma mía?
¿Por qué te inquietas?
Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias, a él, que es mi salvador y mi Dios.
De día, el Señor me dará su gracia;
y de noche, cantaré mi alabanza al Dios de mi vida. Diré a mi Dios:
“Mi Roca, ¿por qué me has olvidado?
¿Por qué tendré que estar triste,
oprimido por mi enemigo?”.
Mis huesos se quebrantan por la burla de mis adversarios; mientras me preguntan sin cesar:
“¿Dónde está tu Dios?”.
¿Por qué te deprimes, alma mía?
¿Por qué te inquietas?
Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias, a él, que es mi salvador y mi Dios.
En la experiencia de todo cristiano existen momentos en donde la aridez de lo que vivimos nos hace pedir a gritos algo distinto. Es la misma experiencia del que en el desierto anhela un oasis.
Jesús se nos propone, se nos ofrece, el que esté agobiado venga y yo le daré descanso.
Leemos la Buena Nueva que Jesús nos ofrece…
(San Juan 4, 3-15)
Jesús llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José. Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía.
Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber». Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana le respondió: «¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy
samaritana?». Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos. Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva».
«Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva? ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió , lo mismo que sus hijos y sus animales?». Jesús le respondió: «El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna». «Señor, le dijo la mujer, dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla».
¿QUÉ PODEMOS COMENTAR SOBRE LO LEÍDO?
El agua que Jesús nos ofrece de beber es el agua de la vida, vida nueva en el Espíritu, de modo que al convertirse a él, nadie volverá a sentirse mal.
El agua que nos ofrece, no es como el agua de este mundo, la vida que nos propone, no es como la vida de este mundo.
Quién a Jesús se convierte cambia su mirada sobre las cosas y sobre la vida, entiende que lo temporal, o sea lo de aquí y ahora, deja de tener importancia porque caduca, expira, se echa a perder. En cambio la Buena Nueva que nos propone vivir pone sus ojos en la eternidad, en lo trascendente, en lo verdaderamente importante.
Adherir a Jesús es adherir a un nuevo proyecto de vida, proyecto que no se funda en las cosas materiales sino en las cosas del espíritu.
TERMINAMOS REZANDO JUNTOS UN PADRENUESTRO.
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