A partir de la fecha, comenzaremos a profundizar en la características que presentan nuestros niños en la catequesis. La idea es mejorar nuestro conocimiento de ellos a fin de mejorar nuestras praxis catequéticas en todos los sentidos.
Comenzaremos por los niños de 6 años y terminaremos con los niños de 11 años.
Existen en estas edades algunas características significativas que hacen diferente su acercamiento a Jesús el amigo.
Les deseo suerte a todos, lean los temas y luego me los comentan.
Gracias a todos y suerte.
COORDINADORA PASTORAL - Colegio NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN. Maestro Rogelio Leites.
lunes, 26 de julio de 2010
CARACTERÍSTICA DE LOS NIÑOS DE 6 A 12 AÑOS.
¿A Quién Vas a Catequizar?
El niño tiene una religiosidad innata, siente la necesidad de Dios y lo empieza a conocer por intuición y por experiencia al descubrirse a sí mismo, a quienes le aman y al mundo que lo rodea.
Cuando descubre esta religiosidad, empieza para el niño una nueva manera de entender la vida, pero ésta puede crecer, cambiar, acelerarse o atrofiarse dependiendo de la educación que reciba.
Cada catequista debe estar atento a los signos de ese despertar religioso para aprovechar todas las oportunidades posibles, preparando el camino de la fe, haciendo madurar la religiosidad del niño y creando hábitos que den cauce a su expresión religiosa.
Estos signos van cambiando a lo largo de la vida del niño de acuerdo con su desarrollo físico, intelectual, afectivo, social, moral y religioso, pues todos los aspectos influyen en la manera como el niño recibe la información, la entiende y es capaz de aplicarla a su vida.
Un buen catequista se preocupa de conocer la capacidad intelectual de sus alumnos, pues de ella dependerá la manera como se le explique la doctrina y les aclare sus dudas; el momento afectivo que viven , su temperamento, sus ilusiones, lo que les gusta y disgusta, pues esto influirá en las motivaciones que puede presentarles: su desarrollo moral para saber qué tan capaces son de distinguir el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto y en base a ello preparar las exposiciones y los ejemplos; su desarrollo social , que pueda facilitar o dificultar la catequesis de acuerdo a su capacidad de diálogo, de respeto, de preocupación hacia las necesidades de los demás; y por último, su desarrollo físico , que se deberá tomar en cuenta para decidir acerca de la simplicidad o complejidad de las actividades y dinámicas que se lleven a cabo en la clase.
En este pequeño material de formación permanente intento incluir las características principales de cada una de las edades, para que cada catequistas no sólo las tomen en cuenta, sino que las aprovechen para lograr eficazmente su labor evangelizadora.
Nota: recordemos que cuando hago alusión a cada catequista, me estoy refiriendo también a cada animador o asistente del Salesianos.
Los niños de seis años
A esta edad los niños ya conocen que son una persona. Quieren que los consideren y los traten como tal. Comienzan a dominar sus impulsos y son capaces de ir tomando responsabilidades que exigen pequeños sacrificios.
Aspecto físico: Están creciendo notoriamente, han dejado de ser bebés y eso los llena de orgullo. Cada catequista debe aprovechar este orgullo, utilizándolo como motivación para lograr los objetivos: "…como ustedes ya son niños grandes, podemos..."
Presentan un progreso notable en coordinación motora; son capaces de hacer casi todos los movimientos de un adulto.
Su catequista deberá aprovechar estas habilidades poniendo algún ejercicio motriz cuando el grupo se encuentre distraído o inquieto, con distintas órdenes de lo que deben hacer: manos arriba, abajo, saltar con dos pies, con uno solo, agacharse, etc. También se puede aprovechar para variar la dinámica de la clase con diversas actividades manuales: dibujar, pegar, recortar, armar, etc.
Son inquietos, les gusta que se les cambie de actividad y que haya movimiento en dichas actividades.
Su catequista podrá evitar tenerlos sentados toda la clase. Intentará dar la clase variando las actividades y poniendo mucho entusiasmo en cada una de ellas: cambiando el tono de voz, gesticulando, haciendo mímica, cantando, organizando dinámicas, representaciones y juegos. Si en algún momento a lo largo del curso se presenta la oportunidad, los puede sacar al jardín a caminar, correr y jugar, aprovechando la experiencia para que aprecien la naturaleza que nos regaló Dios.
Aspecto intelectual:
Tienen poca capacidad de atención. Se distraen cuando la explicación dura más de dos o tres minutos. Para ello, sería bueno que su catequista haga la clase lo más participativa posible, intercalando preguntas, anécdotas y objetos visuales que llamen la atención de los chicos y que los involucren en el tema. Su pensamiento se basa en lo concreto osea, en aquello que puede manipular, ver, interactuar. El catequista deberá dar pocas ideas abstractas ilustradas con muchos ejemplos visibles, con objetos manipulables etc.
Se esfuerzan por comprender lo que se les explica.
El catequista deberá esforzarse en lograr que comprendan, explicándoles el por qué de las cosas: de las reglas de disciplina del salón de clases, del buen comportamiento en casa, de la importancia de asistir a misa, (el niño entiende esta obligación y de no poder cumplir con ella se frustra), etc.
Ya captan el sentido del humor, gozan con los chistes simples.
El catequista puede introducir o terminar la clase con un chiste y reírse con ellos. Esto favorecerá mucho su relación con los niños.
Pueden representar mentalmente cosas y hechos, les encantan las historias y los cuentos.
El educador puede utilizar historias para sus enseñanzas, preguntarles lo que entendieron y que ellos lo expliquen, lo dibujen, lo escenifiquen, que cierren sus ojos y se imaginen las tres cosas que más le gustaron del tema que se vio en la clase.
Entienden las motivaciones a corto plazo, no a largo plazo.
Pueden captar que tendrán una fiesta el viernes y estar entusiasmados, pero no será lo mismo con las vacaciones que serán dentro de un mes. El catequista deberá tener presente que no puede utilizar como motivación un premio al final del año, sino que es más conveniente premiarlos con pequeños incentivos en cada clase.
Aspecto afectivo:
Están centrados y gobernados por sus sentimientos, la razón no tiene gran influencia en sus actos. El catequista deberá aprovechar esta efusión de sentimientos evitando dar explicaciones demasiado racionales, sino más bien que muevan los sentimientos de los niños. Se les puede explicar lo tristes que se sienten los demás cuando nos portamos mal con ellos, de lo feliz que se pone Dios cuando nos portamos bien. Eso lo entienden mejor que si se les habla de deberes y mandamientos. Ante los sentimientos y actitudes negativas, hay que enseñar a controlarlos.
Tienen un corazón lleno de cariño, entusiasmo y alegría. Se conmueven fácilmente con los que sufren. Desean ayudar.
El catequista deberá enseñarles cómo pueden ayudar a los demás encauzándolos en alguna obra concreta para ayudar a los demás: explicando al que no entiende la tarea, jugando con alguien que esté solo, visitando a algún enfermo, rezando por los demás, haciendo una colecta de ropa o juguetes, etc.
Son muy expresivos: brincan, lloran, ríen, se enojan.
Esta facilidad de expresión se puede aprovechar en las dinámicas de clase para actuar algún tema, para cantar una canción, para organizar juegos y para vivir los tiempos litúrgicos de la Iglesia.
Necesitan adquirir confianza en sí mismos. La imagen que tienen de ellos mismos depende de la opinión de los adultos. Quieren agradar y triunfar. Cuando hacen lo que se espera de ellos se sienten muy orgullosos.
El catequista deberá tener cuidado al corregir los errores o malos comportamientos, haciéndolo de forma que no los humille y siempre recordándoles que valen mucho aunque a veces se equivoquen. No "etiquetarlos". Evitar gritarles y castigarles.
Es recomendable darles responsabilidades a su alcance para que adquieran seguridad y confianza en sí mismos. Felicitarlos cuando hagan algo bien. Orientar su deseo de agradar para ser "los campeones" en el conocimiento y vivencia de la Fe Católica.
Aspecto social:
Están empezando a salir de sí mismos para interesarse por amistades fuera de la familia. Comienzan a dar sus primeros pasos hacia la independencia.
Es conveniente velar porque exista un clima de confianza y respeto en el salón de clases para que se puedan dar amistades entre compañeros. Conocer los grupitos de amigos para utilizarlos en los ejemplos de la clase.
Se despierta la conciencia del "nosotros", la conciencia de ser grupo.
El catequista debe esforzarse por conocer a cada uno de los alumnos y conocer lo que pasa y lo que sienten en el grupo. Detectar si existen problemas con algún alumno en relación con el resto del grupo. Se les puede motivar con concursos por grupo, fomentando el espíritu de equipo y la generosidad.
Son serviciales.
Es muy recomendable tener ayudantes para lo que se necesite e irlos rotando (quien haga la oración, quien reparta material, quien ayude con el material de la catequista, quien borre el pizarrón, etc.).
Aspecto moral:
No distinguen claramente entre el bien y el mal. Tienden a repetir lo que les dicen sus padres y maestros.
El ejemplo del catequista deberá ser intachable, pues los niños repetirán lo que él diga o haga.
Distinguen lo propio de lo ajeno. Su sentido de justicia se limita a la reciprocidad: "Tú me das y yo te doy."
El educador deberá fomentar el respeto hacia los demás y hacia sus cosas. Educar en la generosidad enseñándoles por qué es importante compartir aunque aparentemente no reciban nada a cambio.
Son dados a inventar historias para llamar la atención. Tienen una gran imaginación.
Poco a poco el catequista deberá enseñarles a diferenciar lo real de lo imaginario, que entiendan que Dios no puede ser igual a los personajes "todopoderosos" de las caricaturas. Sin embargo, no se les debe regañar por sus invenciones, pues no las hacen con el afán de mentir, sino que su imaginación es tan poderosa que pueden realmente creer en lo que se imaginan.
Quieren ser obedientes, pero sus actos suelen adelantarse a sus intenciones.
Corregir las desobediencias con comprensión, dándoles oportunidad de dar una explicación. Felicitarlos cuando acepten que se equivocaron, hayan obedecido o hecho un gran esfuerzo por obedecer. Esto los hará sentir muy bien.
Aspecto religioso:
Es fácil para ellos creer. No necesitan grandes explicaciones para entender que Dios da la vida, que nos hizo, que nos quiere. El catequista deberá aprovechar este momento de fe sencilla para hacerlos que conozcan más a Dios, en sus atributos, en sus cualidades, en su amor a los hombres.
Se relacionan con Dios a nivel de sentimientos y según se lo indican sus mayores.
Recordarles siempre lo bueno que es Dios y lo mucho que los quiere. Recordarles que la mejor manera de demostrarle a Dios que lo quieren es con sus buenas acciones.
Ya son capaces de hacer unos momentos de oración en su interior.
Es recomendable dedicar un momento de la clase a la oración personal, pero siempre dirigida por el catequista, pues de otra manera la imaginación se los llevará. La oración con cantos es muy útil en esta edad, pues en ella utilizan la riqueza de sus sentimientos y su capacidad de expresión.
Les gustan las clases de Catecismo.
Se debe aprovechar este gusto natural para fomentar el verdadero amor a Dios y a la Virgen María, dando explicaciones breves y con un lenguaje adecuado para los niños. Aprovechar esta edad para que le encuentren sentido a las ceremonias religiosas. Lograr que el recuerdo de la catequesis a los seis años sea tan agradable que les dure para toda la vida el deseo de conocer más a Dios.
Técnicas didácticas más convenientes para utilizar en la catequesis de esta edad:
Juego. Canto. Dibujo. Colorear. Franelógrafo. Actuación. Pegar. Recortar. Pintura dactilar. Seguir líneas punteadas. Moldear con plastilina o con arcilla. Dibujos con naturaleza muerta. Posters. Láminas. Lectura de la Historia Sagrada. Escuchar relatos, narraciones. Porras. Escenificaciones. Trabajos manuales.
webgrafía:
sdb.org/SDBWEB - salesiani di don bosco
mochilapastoral.com
catholic.net
diocesismalaga.es
agustinos.com
¿A Quién Vas a Catequizar?
El niño tiene una religiosidad innata, siente la necesidad de Dios y lo empieza a conocer por intuición y por experiencia al descubrirse a sí mismo, a quienes le aman y al mundo que lo rodea.
Cuando descubre esta religiosidad, empieza para el niño una nueva manera de entender la vida, pero ésta puede crecer, cambiar, acelerarse o atrofiarse dependiendo de la educación que reciba.
Cada catequista debe estar atento a los signos de ese despertar religioso para aprovechar todas las oportunidades posibles, preparando el camino de la fe, haciendo madurar la religiosidad del niño y creando hábitos que den cauce a su expresión religiosa.
Estos signos van cambiando a lo largo de la vida del niño de acuerdo con su desarrollo físico, intelectual, afectivo, social, moral y religioso, pues todos los aspectos influyen en la manera como el niño recibe la información, la entiende y es capaz de aplicarla a su vida.
Un buen catequista se preocupa de conocer la capacidad intelectual de sus alumnos, pues de ella dependerá la manera como se le explique la doctrina y les aclare sus dudas; el momento afectivo que viven , su temperamento, sus ilusiones, lo que les gusta y disgusta, pues esto influirá en las motivaciones que puede presentarles: su desarrollo moral para saber qué tan capaces son de distinguir el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto y en base a ello preparar las exposiciones y los ejemplos; su desarrollo social , que pueda facilitar o dificultar la catequesis de acuerdo a su capacidad de diálogo, de respeto, de preocupación hacia las necesidades de los demás; y por último, su desarrollo físico , que se deberá tomar en cuenta para decidir acerca de la simplicidad o complejidad de las actividades y dinámicas que se lleven a cabo en la clase.
En este pequeño material de formación permanente intento incluir las características principales de cada una de las edades, para que cada catequistas no sólo las tomen en cuenta, sino que las aprovechen para lograr eficazmente su labor evangelizadora.
Nota: recordemos que cuando hago alusión a cada catequista, me estoy refiriendo también a cada animador o asistente del Salesianos.
Los niños de seis años
A esta edad los niños ya conocen que son una persona. Quieren que los consideren y los traten como tal. Comienzan a dominar sus impulsos y son capaces de ir tomando responsabilidades que exigen pequeños sacrificios.
Aspecto físico: Están creciendo notoriamente, han dejado de ser bebés y eso los llena de orgullo. Cada catequista debe aprovechar este orgullo, utilizándolo como motivación para lograr los objetivos: "…como ustedes ya son niños grandes, podemos..."
Presentan un progreso notable en coordinación motora; son capaces de hacer casi todos los movimientos de un adulto.
Su catequista deberá aprovechar estas habilidades poniendo algún ejercicio motriz cuando el grupo se encuentre distraído o inquieto, con distintas órdenes de lo que deben hacer: manos arriba, abajo, saltar con dos pies, con uno solo, agacharse, etc. También se puede aprovechar para variar la dinámica de la clase con diversas actividades manuales: dibujar, pegar, recortar, armar, etc.
Son inquietos, les gusta que se les cambie de actividad y que haya movimiento en dichas actividades.
Su catequista podrá evitar tenerlos sentados toda la clase. Intentará dar la clase variando las actividades y poniendo mucho entusiasmo en cada una de ellas: cambiando el tono de voz, gesticulando, haciendo mímica, cantando, organizando dinámicas, representaciones y juegos. Si en algún momento a lo largo del curso se presenta la oportunidad, los puede sacar al jardín a caminar, correr y jugar, aprovechando la experiencia para que aprecien la naturaleza que nos regaló Dios.
Aspecto intelectual:
Tienen poca capacidad de atención. Se distraen cuando la explicación dura más de dos o tres minutos. Para ello, sería bueno que su catequista haga la clase lo más participativa posible, intercalando preguntas, anécdotas y objetos visuales que llamen la atención de los chicos y que los involucren en el tema. Su pensamiento se basa en lo concreto osea, en aquello que puede manipular, ver, interactuar. El catequista deberá dar pocas ideas abstractas ilustradas con muchos ejemplos visibles, con objetos manipulables etc.
Se esfuerzan por comprender lo que se les explica.
El catequista deberá esforzarse en lograr que comprendan, explicándoles el por qué de las cosas: de las reglas de disciplina del salón de clases, del buen comportamiento en casa, de la importancia de asistir a misa, (el niño entiende esta obligación y de no poder cumplir con ella se frustra), etc.
Ya captan el sentido del humor, gozan con los chistes simples.
El catequista puede introducir o terminar la clase con un chiste y reírse con ellos. Esto favorecerá mucho su relación con los niños.
Pueden representar mentalmente cosas y hechos, les encantan las historias y los cuentos.
El educador puede utilizar historias para sus enseñanzas, preguntarles lo que entendieron y que ellos lo expliquen, lo dibujen, lo escenifiquen, que cierren sus ojos y se imaginen las tres cosas que más le gustaron del tema que se vio en la clase.
Entienden las motivaciones a corto plazo, no a largo plazo.
Pueden captar que tendrán una fiesta el viernes y estar entusiasmados, pero no será lo mismo con las vacaciones que serán dentro de un mes. El catequista deberá tener presente que no puede utilizar como motivación un premio al final del año, sino que es más conveniente premiarlos con pequeños incentivos en cada clase.
Aspecto afectivo:
Están centrados y gobernados por sus sentimientos, la razón no tiene gran influencia en sus actos. El catequista deberá aprovechar esta efusión de sentimientos evitando dar explicaciones demasiado racionales, sino más bien que muevan los sentimientos de los niños. Se les puede explicar lo tristes que se sienten los demás cuando nos portamos mal con ellos, de lo feliz que se pone Dios cuando nos portamos bien. Eso lo entienden mejor que si se les habla de deberes y mandamientos. Ante los sentimientos y actitudes negativas, hay que enseñar a controlarlos.
Tienen un corazón lleno de cariño, entusiasmo y alegría. Se conmueven fácilmente con los que sufren. Desean ayudar.
El catequista deberá enseñarles cómo pueden ayudar a los demás encauzándolos en alguna obra concreta para ayudar a los demás: explicando al que no entiende la tarea, jugando con alguien que esté solo, visitando a algún enfermo, rezando por los demás, haciendo una colecta de ropa o juguetes, etc.
Son muy expresivos: brincan, lloran, ríen, se enojan.
Esta facilidad de expresión se puede aprovechar en las dinámicas de clase para actuar algún tema, para cantar una canción, para organizar juegos y para vivir los tiempos litúrgicos de la Iglesia.
Necesitan adquirir confianza en sí mismos. La imagen que tienen de ellos mismos depende de la opinión de los adultos. Quieren agradar y triunfar. Cuando hacen lo que se espera de ellos se sienten muy orgullosos.
El catequista deberá tener cuidado al corregir los errores o malos comportamientos, haciéndolo de forma que no los humille y siempre recordándoles que valen mucho aunque a veces se equivoquen. No "etiquetarlos". Evitar gritarles y castigarles.
Es recomendable darles responsabilidades a su alcance para que adquieran seguridad y confianza en sí mismos. Felicitarlos cuando hagan algo bien. Orientar su deseo de agradar para ser "los campeones" en el conocimiento y vivencia de la Fe Católica.
Aspecto social:
Están empezando a salir de sí mismos para interesarse por amistades fuera de la familia. Comienzan a dar sus primeros pasos hacia la independencia.
Es conveniente velar porque exista un clima de confianza y respeto en el salón de clases para que se puedan dar amistades entre compañeros. Conocer los grupitos de amigos para utilizarlos en los ejemplos de la clase.
Se despierta la conciencia del "nosotros", la conciencia de ser grupo.
El catequista debe esforzarse por conocer a cada uno de los alumnos y conocer lo que pasa y lo que sienten en el grupo. Detectar si existen problemas con algún alumno en relación con el resto del grupo. Se les puede motivar con concursos por grupo, fomentando el espíritu de equipo y la generosidad.
Son serviciales.
Es muy recomendable tener ayudantes para lo que se necesite e irlos rotando (quien haga la oración, quien reparta material, quien ayude con el material de la catequista, quien borre el pizarrón, etc.).
Aspecto moral:
No distinguen claramente entre el bien y el mal. Tienden a repetir lo que les dicen sus padres y maestros.
El ejemplo del catequista deberá ser intachable, pues los niños repetirán lo que él diga o haga.
Distinguen lo propio de lo ajeno. Su sentido de justicia se limita a la reciprocidad: "Tú me das y yo te doy."
El educador deberá fomentar el respeto hacia los demás y hacia sus cosas. Educar en la generosidad enseñándoles por qué es importante compartir aunque aparentemente no reciban nada a cambio.
Son dados a inventar historias para llamar la atención. Tienen una gran imaginación.
Poco a poco el catequista deberá enseñarles a diferenciar lo real de lo imaginario, que entiendan que Dios no puede ser igual a los personajes "todopoderosos" de las caricaturas. Sin embargo, no se les debe regañar por sus invenciones, pues no las hacen con el afán de mentir, sino que su imaginación es tan poderosa que pueden realmente creer en lo que se imaginan.
Quieren ser obedientes, pero sus actos suelen adelantarse a sus intenciones.
Corregir las desobediencias con comprensión, dándoles oportunidad de dar una explicación. Felicitarlos cuando acepten que se equivocaron, hayan obedecido o hecho un gran esfuerzo por obedecer. Esto los hará sentir muy bien.
Aspecto religioso:
Es fácil para ellos creer. No necesitan grandes explicaciones para entender que Dios da la vida, que nos hizo, que nos quiere. El catequista deberá aprovechar este momento de fe sencilla para hacerlos que conozcan más a Dios, en sus atributos, en sus cualidades, en su amor a los hombres.
Se relacionan con Dios a nivel de sentimientos y según se lo indican sus mayores.
Recordarles siempre lo bueno que es Dios y lo mucho que los quiere. Recordarles que la mejor manera de demostrarle a Dios que lo quieren es con sus buenas acciones.
Ya son capaces de hacer unos momentos de oración en su interior.
Es recomendable dedicar un momento de la clase a la oración personal, pero siempre dirigida por el catequista, pues de otra manera la imaginación se los llevará. La oración con cantos es muy útil en esta edad, pues en ella utilizan la riqueza de sus sentimientos y su capacidad de expresión.
Les gustan las clases de Catecismo.
Se debe aprovechar este gusto natural para fomentar el verdadero amor a Dios y a la Virgen María, dando explicaciones breves y con un lenguaje adecuado para los niños. Aprovechar esta edad para que le encuentren sentido a las ceremonias religiosas. Lograr que el recuerdo de la catequesis a los seis años sea tan agradable que les dure para toda la vida el deseo de conocer más a Dios.
Técnicas didácticas más convenientes para utilizar en la catequesis de esta edad:
Juego. Canto. Dibujo. Colorear. Franelógrafo. Actuación. Pegar. Recortar. Pintura dactilar. Seguir líneas punteadas. Moldear con plastilina o con arcilla. Dibujos con naturaleza muerta. Posters. Láminas. Lectura de la Historia Sagrada. Escuchar relatos, narraciones. Porras. Escenificaciones. Trabajos manuales.
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